domingo, 9 de mayo de 2010

MINIRELATO


LA BOLSITA DE TE


Todas las tardes, Paula, a las cinco en punto (imagino que ésa fue una de las muchas manías que se trajo de Londres), iba a la cafetería que estaba junto al portal de su casa y pedía una taza de agua hirviendo. Al principio, el camarero la miraba con desconfianza.

Pero cuando ella le aclaró que le pagaría el doble de lo que costase el té más caro, dejó de preguntar nada. Una vez que tenía sobre su mesa la taza humeante, sacaba del monedero una bolsita, a simple vista igual a la de cualquiera de las muchas variedades que se servían allí, y la introducía en el agua parcimoniosamente.

Y, sí, es cierto que Arthur Bush siempre pidió que lo incinerasen. Lo que ya no estaba tan claro, al menos nadie creía habérselo oído decir, era que su viuda usase sus cenizas para hacerse, todas las tardes, por muy las cinco en punto que fuesen, una infusión con ellas.
Autor José María Cuembreño, ganador del concurso de microrelato de NITECIENTO año 2002

Negrita

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